La primera pregunta que deberíamos hacernos no es si es buena o no, sino ¿Qué es el hambre emocional?

Esto es importante porque desde que nacemos y nuestra madre nos proporciona alimento desde su pecho estamos relacionando la alimentación con las emociones, porque en ese momento ya se está generando un vínculo.
Por tanto, el hambre emocional es el acto de relacionar las emociones con la alimentación y es importante destacar que es completamente normal desde el momento en el que nacemos hasta el momento de tu vida en el que estás ahora, dónde utilizas la alimentación para celebrar un éxito o mejorar el peor de tus días.
Es curioso, porque cuando relacionamos emociones agradables con la alimentación se entiende mucho mejor que cuando se trata de emociones desagradables, y esto no tiene ningún sentido. Es igual de válido relacionar la felicidad con la alimentación, que la ansiedad. En ambos casos debemos agradecer a la comida estar ahí para nosotros en ese momento, ya que nos está ayudando a mejorar nuestra situación.
Ahora bien, siempre hay dos caras en la moneda. Y es que cuando el hambre emocional deja de ser funcional, se convierte en un problema.
¿Que cuando deja de ser funcional? Muy sencillo. Cuando no se disfruta.
Si estás triste y te estás comiendo un donut, tienes que ser capaz de disfrutarlo. Si en ese momento en el que te estás comiendo el donut te invaden sentimientos como la culpa, significa que algo no va bien, y muy probablemente estés desarrollando un problema de relación con la comida.
Este problema puede empeorar si la única forma que tenemos de gestionar nuestras emociones es a través de la comida, por eso siempre se recomienda trabajar en terapia psicológica otras formas para gestionar las emociones. (te dejo en este enlace 100 alternativas de gestión emocional que te pueden ser de ayuda: https://www.dequetienehambretuvida.com/alternativas).
Entonces Araceli, ¿Cual es la respuesta a la pregunta?
La respuesta es depende.
El hambre emocional puede ser maravillosa, pero si es la única forma que tienes de gestionar tus emociones se puede volver algo muy tormentoso.
Lo primero que debes hacer es observar cuales son las emociones por las que comes (aburrimiento, tristeza, felicidad…) y luego comprender que cuanto más te pelees con tu hambre emocional, menos funcional será.
Escucha tus emociones, entiendelas y respeta lo que quieres comer en ese momento, sea lo que sea. Y sobre todo, nunca te culpes, porque es precisamente esa, la línea estrecha que separa una buena relación con la comida de una muy mala.

Como última recomendación, para mejorar la alimentación emocional puedes intentar estar más presente en ese momento. ¿Cómo? Observa tu plato. Identifica su olor, su sabor, su textura, su color, el sentimiento con el que lo consumes, el tiempo que tardas en ingerirlo, etc.
Nunca más volverás a tener miedo a comer ‘’sin hambre’’ porque descubrirás que sí que tenías hambre aunque no fuese del todo fisiológica.
Es igual de importante tu saciedad física que tu saciedad mental, nunca lo olvides.
Que gran post!
Muchas gracias por tu comentario María, espero que el post te haya ayudado a comprender mejor tu hambre emocional, nos vemos en el siguiente post 🙂